Próximo a finalizar mi formación en pregrado decidí embarcarme en una experiencia internacional; como bien es sabido medicina es una carrera que cuenta con múltiples enfoques, los cuales pueden ser abordados desde diferentes perspectivas dependiendo de la escuela de medicina en la que te encuentres. Es por esto que inicié con los trámites para realizar mi viaje, con la finalidad de contrastar los conocimientos aprendidos en pro de mi crecimiento profesional.

Escogí México dado que este país cuenta con excelentes facultades de medicina, ampliamente reconocidas por su trayectoria histórica y académica, y que en materia de la especialidad de mi interés son pioneros a nivel Latinoamericano. Mi rotación médica se desenvolvió en el departamento de Neurología del Hospital Universitario Dr. José Eleuterio González en la ciudad de Monterrey. Desde el comienzo de mi formación ésta ha sido de las áreas con la cual he sentido más afinidad, tratar de descifrar el cerebro y sus múltiples mecanismos de funcionamiento son como estar frente a un misterio que constantemente debe ser resuelto.

Mi grupo de trabajo conformado por residentes, fellows y especialistas, siempre intentaron hacerme sentir parte de su equipo. Constantemente me incentivaban a continuar aprendiendo, presentándome diferentes casos de interés, así como literatura relacionada con los avances mas recientes en los diversos campos de la neurología. Ponían a prueba mis conocimientos confiándome tareas que al inicio fueron simples, y con el paso del tiempo se convirtieron en mucho más complejas y de mayor responsabilidad. Nunca dudaron de mis capacidades para desempeñarme en su servicio, y eso fortaleció mi confianza y motivación por profundizar en esa área.

La UANL se encargó de lo relacionado a alojamiento y alimentación, fue por esto que tuve la grata oportunidad de convivir con más de 30 estudiantes de medicina de alrededor de 20 países. Convirtiendo mi estancia en una experiencia mucho más enriquecedora de lo que me pude haber imaginado, entender varias culturas, aprender diversas costumbres, conocer nuevos amigos y por último, pero no menos importante, practicar idiomas.

Debo admitir que el contraste de vivir en un país diferente y exponerme a un nuevo ambiente académico me genero cierto grado de inquietud. No obstante, con el paso del tiempo el sentimiento desapareció por completo y fue reemplazado por las ganas de seguir formándome como un médico integral. La comida fue un reto difícil de asimilar, incluso hasta el último momento, pero después de vivir una experiencia como la que viví es claro que ese “picante” hace partes los pequeños recuerdos que me atan a México y que nunca podré olvidar.

A través de este intercambio pude explorar mis habilidades y conocimientos adquiridos a lo largo de mi formación, en un entorno diferente al ya conocido — sin embargo, con condiciones sociales y problemáticas en salud similares a las de la población colombiana —, configurando así una gran oportunidad de crecimiento personal y profesional. Este es un destino que vale la pena vivir, en especial aprovechar una universidad que ofrece tantas oportunidades de aprendizaje como estés dispuesto a recibir.


Daniel Ortiz

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