Extrañar; esperar. Estos dos verbos  son permanentes durante las primeras semanas; sobre todo, porque lo no habitual se instala en cada acto que se lleva a cabo en el día a día, y la ausencia de lo familiar, lo cercano, así como la expectativa por descifrar y encontrar nuevos caminos está a la orden del día.

Con el paso del tiempo llega la confianza; de hecho, la confianza toma lugar en el  corazón y se convierte en cómplice de lo que serán aventuras, recuerdos; momentos increíbles que jamás querrán borrarse. Las personas de todos los rincones del mundo están; todos en el mismo plan: conocer, aprender, disfrutar. A pesar de hablar diferentes idiomas, hay idiomas comunes que unen; incluso, cuando no los hay, siempre hay una manera amable, siempre está el deseo y la forma de lograr comunicarse, de conocer a ese otr@ igual en alma y querer, distinto en idioma, país/ continente de origen.

Adicionalmente, los paisajes deslumbran; el país que te acoge, los países cercanos; incluso, nuevos continentes hacen parte de ese gran equipaje llamado vida; un equipaje dotado de la grandeza y atractivo que cada rincón ofrece; cada uno enseñando algo distinto, sin repetición. Siempre hay algo nuevo para contar, para ver.

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Finalmente, estar lejos… ¡joder!, acojona, asusta; interrumpe la rutina que en ocasiones enceguece e impide encontrarse como ser humano. Y digo impide encontrarse porque la interacción en nuestro país de origen, en nuestra ciudad es “familiar”; por supuesto, el entorno en el que uno vive  encanta, pero en definitiva estar en otro país, en otro continente es a otro precio. Estar de intercambio por estos meses ha reforzado una convicción de vida: si todos los seres humanos asumimos el respeto como valor constante, como ese valor  horizontal  característico, donde las jerarquías no están presentes; donde todos somos iguales, somos seres sintientes: queremos, aprendemos, estamos. Si se logra lo anterior, la vida misma festeja. Festeja el triunfo de reducir lo vertical; de evitar que el discurso, la palabra sin fundamento se mantenga en el tiempo y evoque imágenes equívocas sobre lo que somos; sobre lo que cada país, cada ser humano es.

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Me quedaría escribiendo y escribiendo todo lo que me ha pasado en este tiempo de intercambio. Lo cierto es que la experiencia fuera, la oportunidad de compartir con personas de todos los lugares del mundo, así como instalarse en un lugar distinto a lo acostumbrado es maravilloso. Es algo que todo estudiante debe vivir. Solo hay que intentarlo, tomarse el tiempo y la oportunidad de estar en una aventura que seguro marcará  el camino cada un@ y será apertura  de sentimientos; de vida.

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