Boletín de prensa#146 El profesor Melquicedec Lozano, Ph.D e Investigador, Centro de Desarrollo del Espíritu Empresarial, CDEE de la Universidad Icesi, escribe este artículo sobre como un buen número de directivos o líderes, que se han creído indispensables, son relevados de sus cargos por otros profesionales, igual o más capaces que ellos, sin que las empresas sufran ningún tipo de repercusión dramática. El doctor Melquicedec denomina este fenómeno como: El ocaso de los indispensables.

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shutterstock_127811558 Aunque se venía notando al finalizar el siglo pasado, la segunda década del presente ha remarcado, en las instituciones, la ya evidente reducción del número de personas consideradas como indispensables. Hechos como el libre acceso al conocimiento, el avance de la ciencia, el incremento de la oferta de becas de estudio, el aumento de la movilidad, el empuje de las generaciones más jóvenes, los errores de gestión por la tentación de dinero, los conflictos originados por el afán de poder, los traspiés cometidos debido al  deseo exagerado de figuración, y, la superación de las generaciones más jóvenes, ha sacado a flote la vulnerabilidad de presidentes, gerentes, directores, propietarios, decanos, rectores, políticos, militares, y hasta de fundadores y propietarios de empresas. Muchos de estos, convencidos de su endiosamiento y su autoimagen de seres únicos, trinaron por largos años sus logros y trayectoria. Convencidos de su supuesta eternidad, vaticinaron con arrogancia el derrumbamiento del reino bajo su mando, si no lo lideraban ellos.  Pero los acontecimientos en todos los rincones del mundo siguen mostrando otra cosa. Las empresas se desprenden con facilidad de la gente, líderes reconocidos por sus capacidades, que se pensionan, enferman o fallecen, son relevados por otros que continúan las instituciones con éxito, sin que las ausencias de aquellos individuos que se consideraban imprescindibles, las haga siquiera tambalear. Se remarca de esta manera el ocaso de los indispensables. Aún quedan algunos, pero muy pronto las instituciones, las regiones y las naciones, los tendrán con más escasez, hasta su desaparición completa. En las empresas familiares, este fenómeno no es la excepción. El desvanecimiento Hasta hace pocos años, muchas empresas, pequeñas, medianas y grandes, dependían fuertemente de alguna persona considerada como indispensable, generalmente su creador, un hijo de este, o uno o varios directivos ajenos a la familia, con amplia trayectoria en la empresa familiar. Las actividades y las decisiones estaban en manos de estas personas y pocos se atrevían a objetarles sus mandatos. Nada se movía sin su asentimiento y, si en las pequeñas y medianas empresas todo tenía que pasar por sus manos, en las grandes las decisiones giraban en torno a sus egos y convicciones, sin lugar a la réplica o la reflexión sensata para reencauzar lo que parecía no estar bien. La inminente entrada a la tercera década del siglo veintiuno, con amplia tendencia a cambios trascendentales en muchos aspectos, incluso en la dirección de instituciones de toda índole, ha cuestionado que las empresas dependan en grado sumo de una cabeza, de la primera o subsiguientes generaciones, que centre todos los movimientos en su propio yo. Si bien debe reconocerse que hay personas familiares o no familiares con el mérito suficiente para recibir exaltación plena por toda su entrega y logros alcanzados,  esto no descarta que, a pesar de ello, ningún ser humano debiera adquirir el sello de indispensable. El endiosamiento propio o asignado por los demás, hace daño al implicado y también a la empresa familiar. Una razón es que al centralizar poder, decisiones y figuración en una sola persona, ésta tiende a perpetuarse, a tener actitudes dictatoriales y a desconocer las competencias de otros. La otra razón por la cual el endiosamiento hace daño, es porque inhibe la presencia balanceada de profesionales que han de manifestarse responsablemente en un sistema empresarial para incorporarle una acertada distribución del trabajo. Los indispensables evitan la delegación y hacen lo posible para que otros no aparezcan en el primer plano de la organización. Por fortuna, cuatro elementos fundamentales, que cada vez toman más fuerza, están llevando a los indispensables a su desaparición, pues se han convertido en su talón de Aquiles. Se mencionan en el siguiente apartado. Talón de Aquiles Capital. Toda empresa familiar requiere capital y aunque es factible que un solo miembro de la familia esté en capacidad de poner lo requerido, las flexibilidades del mercado financiero, no existentes años atrás, han posibilitado la consecución de capitales que habilita a otros miembros a ser inversionistas también. Con esto, ser propietario ya no es tan exclusivo de unos cuantos miembros, condición que hacía aparecer a un individuo como indispensable por sus recursos financieros. Perfil profesional. Las empresas familiares organizadas exigen unos perfiles profesionales para el desempeño de familiares. Estos perfiles, en lo académico, son alcanzados, normalmente, por los núcleos económicamente más acomodados, ya que pueden enviar a sus integrantes a las mejores universidades nacionales o, incluso, a universidades extranjeras destacadas. Al no contar las familias con otras personas preparadas, estos profesionales, al vincularse a las empresas familiares, se convierten en indispensables. Sin embargo, la proliferación mundial de becas de estudio, ofrecidas por gobiernos, embajadas e instituciones privadas, ha hecho posible que integrantes de la familia con limitaciones económicas, accedan a estudios universitarios de alta calidad, tanto a nivel de pregrado como de postgrado. Tendencia que se ha ampliado también al aprendizaje de idiomas y otros campos de conocimiento que forjan competencias profesionales. La condición de indispensable en lo profesional, pierde así, paulatinamente, la fuerza que tuvo en el pasado. Perfil personal. Los requerimientos en cuanto al perfil personal también se han hecho alcanzables para mucha más gente. Las empresas en general insisten en procesos de selección que detecten en las personas su madurez para actuar, buen manejo de las emociones, interacción personal respetuosa y otros rasgos que promueven la convivencia organizacional de excelencia. En la actualidad, los acompañamientos en coaching, la formación en programación neurolingüística y las orientaciones sobre inteligencia emocional, además de otras líneas de mejoramiento personal, se han irrigado con bastante amplitud y es notoria la mayor acogida que le da la sociedad, lo cual ha contribuido a mejorar el carácter, el trato con los demás, la actitud frente a los conflictos, etc. Las empresas familiares hoy tienen más posibilidad de hacerse a personas, familiares y no familiares, con un buen perfil personal, restando cabida a quienes se sienten indispensables al respecto. Contactos. Aún en nuestros días algunos se jactan de tener contactos valiosos, lo que sin duda es un requerimiento en algunas áreas particulares de las empresas. No obstante, la jactancia ha ido pasando a un segundo plano, merced al florecimiento de las redes sociales y su continuo desarrollo. Acceder a ellas no solamente tiene costos muy bajos, sino que también se han convertido en un medio para hacer contactos relevantes. Por esta razón, segmentos de la población que años atrás debían circunscribirse a un reducido ámbito social de familiares, amigos y conocidos, han vencido esta limitación con el uso de las redes. Se ha ido perdiendo la exclusividad de tener contactos clave, rasgo que hacía indispensables a quienes los poseían. Exhortación final Cada vez más la experiencia muestra que no se requiere ser la réplica absoluta de alguien para desempeñarse con éxito. Por el contrario, la llegada de individuos con características personales y profesionales distintas, puede resultar en mejor desempeño y resultados, pues quizá la empresa familiar contemporánea requiera de oxigenaciones, y cambios de estilo periódicos, que respondan al también voluble contexto socio económico. En el fondo, los relevos en los cargos estratégicos no debieran tener el propósito de “reemplazar” a alguien, replicándolo a manera de alter ego, sino de contar con quien tenga el perfil adecuado para dirigir exitosamente la proyección formulada para la empresa familiar. Estos perfiles ya no son exclusivos de unos cuantos en la sociedad contemporánea, ha llegado la extinción de los indispensables.